Fundación y primeras adquisiciones
Cuando en 1471 el papa Sixto IV regaló solemnemente al pueblo romano algunas estatuas antiguas de bronce conservadas hasta entonces en Letrán (la Loba, el Espinario, el Camillo y la cabeza colosal de Constantino, con el globo y la mano) estaba constituyendo el primer núcleo de los Museos Capitolinos.
La devolución a la ciudad de las huellas de su grandeza pretérita adquiría un mayor valor simbólico gracias a su colocación en el Capitolio, centro de la vida religiosa de la Roma antigua y sede de las magistraturas civiles ciudadanas a partir de la Edad Media, tras permanecer una larga temporada abandonado.
Las esculturas se colocaron en un primer momento en la fachada exterior y en el patio del Palacio de los Conservadores. Con el tiempo, el núcleo original se fue enriqueciendo gracias a las adquisiciones de hallazgos procedentes de las excavaciones urbanas vinculadas con fuerza a la historia de la antigua Roma.
A mediados del siglo XVI se habían colocado en el Capitolio obras escultóricas significativas (como la estatua de Hércules de bronce dorado procedente del Foro Boario, los fragmentos marmóreos del acrolito de Constantino de la Basílica de Majsencio, los tres paneles en relieve con las gestas de Marco Aurelio, el llamado Bruto Capitolino) e importantes inscripciones (como las de los Fasti Capitolini hallados en el Foro Romano).
Las dos colosales estatuas del Tíber y del Nilo, actualmente en el exterior del Palacio Senatorial, se trasladaron en esos mismos años desde el Quirinal, mientras la estatua ecuestre de Marco Aurelio se trajo desde Letrán en 1538 por deseo del papa Pablo III.