Goya e Caravaggio: verità e ribellione

Veintitrés años después de su única aparición en la capital (Galleria Nazionale d'Arte Antica, 18 de marzo - 18 de junio de 2000), El Quitasol de Francisco Goya, obra maestra temprana del maestro español (1777), regresa a Roma, a los Musei Capitolini, y se expone hasta el 25 de febrero de 2024 en la Pinacoteca Capitolina.
La concesión de la obra es el resultado de la política cultural de intercambio de obras de arte que la Sovrintendenza Capitolina mantiene desde hace tiempo con importantes instituciones museísticas italianas e internacionales. El museo prestamista es el Museo Nazionale del Prado, que ha concedido el cuadro de Goya en contrapréstamo a "L'Anima Beata" de Guido Reni con motivo de la exposición "Guido Reni" (Museo Nazionale del Prado, 28 de marzo - 9 de julio de 2023).
"El Quitasol" de Goya (104x152 cm) se encuentra en la Sala Santa Petronilla de la Pinacoteca Capitolina y está colocado junto a la "Buona Ventura" (1597) de Caravaggio, con la intención de enriquecer el recorrido y ofrecer al público nuevos elementos de reflexión sobre los grandes temas de la historia del arte.
El proyecto expositivo, titulado "Goya e Caravaggio: verità e ribellione", pretende poner de relieve cómo los dos grandes artistas se convirtieron en magistrales intérpretes de la sociedad de su tiempo y cómo la describieron, introduciendo revolucionarias innovaciones iconográficas y estilísticas en su lenguaje figurativo.
Las similitudes son muchas: ambos lienzos pertenecen a su actividad juvenil, en ambos los protagonistas son una mujer y un hombre, ambos describen con "verdad" una escena de la vida cotidiana en la sociedad contemporánea y, por último, ambos revelan esos síntomas de "rebeldía" contra los condicionamientos iconográficos y estilísticos impuestos por las costumbres y normas académicas de su tiempo.
Una comparación valiente entre dos obras tan distantes en el estilo y en el tiempo -las separan unos 180 años- y que, sin embargo, anuncian cada una el paso a una nueva era: si Caravaggio puede considerarse el primer pintor moderno, Goya fue el primero de los "románticos" y el que abrió el camino al arte contemporáneo.

El Quitasol
El Quitasol, título español del cuadro, es uno de los cartones preparatorios realizados por Goya para el ciclo de tapices destinados a decorar el comedor del Palacio del Pardo de Madrid, residencia de caza de los Príncipes de Asturias: el futuro rey Carlo IV y su esposa María Luisa di Parma. El dibujo fue entregado por Goya a la Real Fábrica de Santa Bárbara el 12 de agosto de 1777 y es descrito así por el propio artista en el albarán de entrega: "representa a una niña sentada en un banco, con un perrito y con un niño a su lado, que le hace sombra con una sombrilla". A la sencillez del tema corresponde la absoluta libertad de invención, ya no temas de caza o composiciones alegóricas como quería la tradición nórdica flamenca, sino escenas y figuras inspiradas en el mundo real y en la sociedad española contemporánea. La joven protegida por la sombrilla, objeto muy de moda en el siglo XVIII, es en realidad una maja, es decir, una mujer del pueblo, que luce un elegante y opulento vestido a la moda francesa, como ocurría en España los días de fiesta. La mujer se muestra en toda su belleza ante el joven majo vestido con atuendo típico madrileño y ante el público, al que parece dirigir una mirada coqueta. Todo contribuye a hacer de la escena un juego de seducción: los vivos colores de su ropa, el pequeño perro acurrucado en su regazo, el sutil juego de luces y sombras que la sombrilla crea en el rostro de la doncella. La luz y el color son sin duda los principales protagonistas del cuadro y revelan el conocimiento que Goya tenía de la pintura antigua, en particular de la pintura renacentista veneciana, pero no sólo. Si la influencia de Tiépolo y de la pintura francesa es evidente en la ligereza del cuadro, la interpretación profundamente realista, el tema de la seducción, la técnica pictórica con el color extendido directamente sobre el lienzo con la preparación dejada en algunos lugares, así como los efectos de luz obtenidos con el blanco de plomo y el vivo juego de las miradas casi harían pensar que el ojo del maestro español también se posó por un momento en la Buona Ventura de Caravaggio cuando éste llegó a Italia unos seis años antes (1770-1771) y residió en Roma, donde frecuentó la Scuola del Nudo de Campidoglio en cuya famosa galería ya se conservaba la Buona Ventura.