La Edad de la Conquista

La Edad de la conquista comienza desde el momento de formación del Imperio romano, cuando Roma expande progresivamente su control en toda la cuenca del Mediterráneo, desde España hasta las costas de Asia Menor. En este periodo se asiste a la formación de un lenguaje figurativo exquisitamente romano, que es tesoro de toda la cultura artística griega, que con el tiempo se capta, absorbe y modifica. Este es el periodo en el que la elite en el poder advierte, con siempre más conciencia, el consolidarse de su prestigio y lo expresa por medio del arte.
Roma entre el Siglo III y I a.C. se transforma en la única potencia hegemónica en toda la cuenca del Mediterráneo. Como conclusión de las victoriosas campañas militares en Grecia y en la Magna Grecia, las ingentes cantidades de dinero y los ricos botines de guerra determinaron una mutación de gustos que se transformó en una revolución cultural. Las obras de arte griegas exhibidas durante la procesión triunfal de los generales Marcello, Flaminino, Emilio Paolo, Lucio Mummio y Pompeo eran de una calidad nunca admirada antes, a veces en materiales preciosos hasta ese momento desconocidos en la ciudad, como perlas o piedras preciosas. Después de los condotieros, llegaron a Roma un gran número de artesanos griegos, arquitectos, preceptores, médicos y artistas. Por eso, a pesar de la resistencia de la facción conservadora de Catone, una rápida helenización mutó para siempre la Urbe incluso por la conmistión de modelos griegos y romanos, como en el caso de uno de los templos de Largo Argentina: un edificio circular, típicamente griego, construido en un alto podio como costumbre itálica. Un discurso análogo se puede aplicar a los monumentos honorarios: en el basamento de las estatuas honorarias de los generales romanos aparecen inscripciones en griego, como para la estatua de bronce de Flaminio en el Circo Massimo. A menudo los mismos personajes representados son de manufactura griega, como la estatua de Scipione Asiageno en el Campidoglio.
Las secciones
En la primera sección de la muestra, con el título Dioses y santuarios, se presentan frisos y frontones de terracota provenientes de algunos templos: de la reunión de divinidades, como el Frontón de San Gregorio de los Museos Capitolinos, a las concitadas secuencias de batalla como la Galatomachia del friso de Civitalba, provenientes del Museo de Ancona. Por primera vez, dentro del mismo recorrido expositivo, se podrán comparar obras de artistas griegos realizadas en Grecia junto a obras de grandes artistas realizadas en Roma, como estatuas de culto de los templos erigidos para las grandes victorias bajo el encargo de los generales: por ejemplo en el caso de Hércules de Policles, de los Museos Capitolinos, o de Diana de Nemi, conservada en el Museo de Copenhague. Cierra la sección una secuencia dedicada a las estatuas de Musas: espléndidos ejemplares de terracota del British Museum de Londres.

La segunda sección está dedicada a los Monumentos honorarios, donde se resaltaba la figura del general vencedor, generalmente con ropa militar, coraza, capa y cetro largo. Del Siglo II a.C. se difunden en el mundo itálico soluciones figurativas nuevas: los cuerpos están desnudos, en posición influyente, capaces de expresar por sí solos las cualidades y el carisma de la persona honorada. Es el caso de las estatuas, espléndidas, de los dos generales de Formia, de Cassino (en el Museo de Nápoles) o de Foruli (en el Museo de Chieti). Hoy existen sólo de pocos, entre los más conocidos condotieros de la edad republicana (Pompeo, Cesare, Ottaviano), cuadros comprobados gracias a las reproducciones en las monedas. En muchos casos, las estatuas honorarias poseen rostros cuya precisa identificación aún es objeto de discusión, como los diferentes cuadros de Emilio Paolo, expuestos aquí juntos: un ejemplar de Tirana acompañado con uno expuesto en Palacio Massimo en Roma.

La tercera sección, Vivir a la griega ofrece una profundización sobre la afirmación del gusto griego en cada ámbito de la vida, hasta en el sector del amueblado doméstico como candelabros, mesas, crateras, vajillas preciosas y estatuas provenientes del Museo de Palestrina, de la casa de Giulio Polibio en Pompei y del Museo de Nápoles. Mezclando elementos griegos de varios periodos, los artistas desarrollaron en ese periodo un nuevo lenguaje figurativo, gracias al cual crearon pinturas y esculturas totalmente nuevas.
Por último, una cuarta sección está reservada a las Costumbres funerarias, en las cuales los romanos aparecen menos influenciados por la fascinación helénica con respecto a todos los otros aspectos de la vida pública y privada. Por eso, parece que quedan unidos a su tradición mostrándose aún orgullosamente atraídos por los pliegues de sus togas, símbolo de la ciudadanía romana, y sólo raramente están representados en las capas tradicionales griegas y en ropa heroica, como en el relieve funerario de la via Appia en Roma. Sus rostros, arrugados y cavados, son los de los viejos de la República Romana.