Estatua colossal de bronce de Constantino: cabeza
La suerte que corrieron casi todos los bronces antiguos, fundidos en la Edad Media debido a la escasez de materias primas, ha perdonado a un grupo de esculturas conservadas en el Capitolio desde 1471. Se trata de los bronces donados al pueblo romano por el Papa Sixto IV, que ordenó su traslado desde el Patriarcado de Letrán, marcando con este acto el nacimiento de los Museos Capitolinos. Entre ellos se encuentran los preciosos fragmentos de la cabeza, la mano y el globo terráqueo de una estatua colosal de Constantino el Grande (306-337 d.C.), el primer emperador cristiano.
La cabeza de bronce dorado (montada sobre un cuello moderno) sorprende tanto por su tamaño como por la calidad de ejecución, con un refinado tratamiento de las superficies metálicas. El rostro, trabajado en amplios planos, presenta rasgos marcados. Los grandes ojos cargados de bolsas, las líneas de expresión y las mejillas caídas indican que se trata de una imagen del emperador en su madurez. La serie de agujeros visibles en el cabello, tratado como un gorro compacto, se explica por la presencia original de una corona, que sabemos por una fuente medieval que era de oro y estaba adornada con gemas preciosas.
Obras maestras de la sala
La sala
La nueva grande sala con ventanales construida en el interior de lo que se solía denominar el Jardín Romano del Palacio de los Conservadores acoge hoy la grande estatua ecuestre de Marco Aurelio junto a algunos grandes bronces capitolinos, el Hércules de bronce dorado procedente del Foro Boario y los restos del coloso de bronce de Constantino.